2 de diciembre de 2009

A MÍ, QUE ME EXCOMULGUEN


Faltar al octavo mandamiento, el de no mentir ni decir falso testimonio, no parece estar en el catálogo de infracciones castigadas con la excomunión. Si así fuera, el obispo de San Sebastián, Ignacio Munilla, se habría quedado sin su hostia -la consagrada, que bien merecida la tiene- tras afirmar que “la izquierda defiende la matanza de inocentes”, una tesis con la que sin duda comulga, nunca mejor dicho, la diputada del PP Sandra Moneo, que proclama que el aborto “sólo tiene su reflejo en los antiguos regímenes totalitarios de la Europa del Este”. Tampoco debe conducir a la excomunión el hecho de insultar a la inteligencia de forma sistemática. Uno de los últimos ejemplos ofrecido por esta derecha rescatada de la caverna nos lo ofrece la misma Sandra que, rotunda, asegura que la nueva ley del aborto “atenta directamente contra la dignidad de la mujer privándola de uno de los derechos más inherentes a su condición, el derecho a ser madre”. Está claro, los de la izquierda intentaremos colar en el preámbulo de la ley la creación de patrullas ciudadanas al estilo Berlusconi, para rastrear las calles en busca de embarazadas y proceder a su detención, encarcelamiento y -siguiendo la estela dejada por grandes comulgadores como Franco, Pinochet, Videla o Ríos Montt- posterior desaparición.

Ocho años de gobiernos del PP no fueron suficientes para mover una sola coma de la anterior ley del aborto. Durante ese tiempo podemos imaginar a ministros, diputados y senadores populares pasando diariamente por el confesionario para obtener el perdón divino por su inactividad. Y hemos de suponer que similar actitud tendrían los que hoy llenan las calles de gritos contra el aborto y antes callaban. Evidentemente, la hipocresía tampoco lleva pena de excomunión.

Ahora bien, defender el derecho de las mujeres a ser madres cuando ellas lo deseen lleva aparejada la condena eterna. Ser conscientes de la realidad y ejercer la obligación de legislar ampliando los derechos y las seguridades implica ser llamado asesino. Intentar poner al alcance de todos la información y los medios que eviten situaciones indeseadas es sinónimo de pecado mortal, pues ya sabemos que, para algunos, el condón es un arma de destrucción masiva propagadora de enfermedades. Quede como quede la nueva ley, los que temen y se escandalizan porque sus hijas-mujeres de 16 años puedan abortar sin pedirles permiso, tienen un problema con su hija, no con la ley.

Mientras tanto, a mí que me excomulguen.

2 comentarios:

lola dijo...

Felicidades, esta genial. Un beso. Lola

Anónimo dijo...

Como se va “progresando” en la largura de la gestación, para “interrumpir” el embarazo ¿una vida, no?. ¿Por qué no se progresa, y que no sea matar, hasta antes de cortar el cordón umbilical?. ¿Dónde está el límite?. Solo pregunto. Por ahora.
Antefaz

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