Este mundo está lleno de zumbados. Algunos son graciosos, otros llegan a ser geniales, una parte canaliza positivamente su chifladura y la mayoría pasan, habitualmente, desapercibidos, mostrándonos de vez en cuando una exhibición de su locura. Sé que es un análisis poco riguroso, pero nos vale. Y, desgraciadamente, también hay un grupo de zumbados que son peligrosos. Entre ellos, los más nocivos son los que arropan su demencia con la religión, con un dios que les ilumina o una palabra divina que les guía. Y se hacen tan perniciosos porque en las cosas de la fe no cabe la racionalidad.
Salido de la nada, el pastor pistolero Terry Jones forma parte de ese conjunto de zumbados hiperpeligrosos. Yo no sé si es el producto de un simple afán de protagonismo o la consecuencia de una revelación celestial pero, ayudado por un impulso mediático tan incomprensible como su enajenación, este integrista cristiano se ha dedicado a tocar las narices de los integristas musulmanes, entre los que también abundan los zumbados. Y así, desde el rincón de Florida en el que -ahora sí, ahora no- pretende lanzar coranes a la hoguera (esto de quemar libros en público siempre ha resultado muy catártico entre los fascistas de diversa índole), este piadoso fundamentalista ha logrado poner a la humanidad en alerta. Es que la cosa tiene bemoles...
Cada día me afianzo más en el convencimiento de que sólo en el camino del humanismo, en la omnipotencia de la razón, podremos encontrar una vía de salida para este mundo, porque los dioses no han sido capaces de enseñárnosla.
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