He tenido la mirada del papa de Roma clavada en mi fotografía durante un mes. Mi inactividad epistolar ha provocado que el post sobre la visita de Ratzinger a Gran Bretaña se mantuviera en la cabecera y, quizá por la intimidación que me producía, las ganas de escribir se me han ido diluyendo entre los calores estivales. Aunque, también es cierto, he de confesar que éste no ha sido uno de los mejores veranos de mi vida. Qué le vamos a hacer.
Ahora que he decidido liberarme de la presión papal, ahora que regresan las noches frescas, ahora que intento alimentar la esperanza por recobrar el pulso de la propia existencia, ahora que la actividad política almanseña comienza a desperezarse del adormecimiento, regreso.
Sólo quería decir esto. Poca cosa es. Pero me ha servido para escenificar el reencuentro. Conmigo y con los que me leéis. De vez en cuando, hablar sin contar nada especialmente relevante, también nos sirve para saber que el diálogo permanece. De nuevo, hola a todos.
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