Tras leer la entrevista a Mariano Rajoy en El País, y dada la incertidumbre y el escalofrío que me han recorrido las entrañas ante la desdibujada perspectiva que nos anuncia, propongo la creación de The Orujo Party, al que deberían sumarse todos aquellos que, entusiasmados por los resultados de las encuestas de intención de voto, creen que la salvación está en esta derecha instalada en la nebulosa del oportunismo y de la indefinición. Siendo el orujo mucho más español (y, sin duda, más gallego), su alta graduación alcohólica terminaría contribuyendo a que, desinhibidos y libres de la vergüenza que ahora parece atenazarles cuando intentan explicarse, pudiéramos enterarnos, por fin, de cuáles son sus planes. A los demás, un sorbo de buen orujo nos serviría para pasar ese mal trago.
Pero ya van asomando la patita, como dice Rubalcaba. Y así, don Mariano hace del británico Cameron su paradigma que, desde la Pérfida Albión, propone acciones como mandar a 500.000 empleados públicos a la calle, reducir en 22.000 millones de euros las políticas dedicadas al mantenimiento del estado del bienestar, multiplicar las tasas universitarias, encarecer el acceso a las viviendas sociales... Ya vamos viendo por dónde van los tiros. También se apunta el Sr. Rajoy, como su guía inglés, a priorizar la reducción del déficit público. Pero, ¿no es eso lo que se está haciendo desde el gobierno socialista? ¿No se ha reducido a la mitad en España en los siete primeros meses? Sí pero no, dice el Sr. Rajoy, ejercitando el galleguismo. Se acuerda entonces de las pymes y de los autónomos asegurando que han sido uno de los grandes pagadores de esta crisis y que se les ha maltratado. Sin duda, estos colectivos han sufrido más que otros, pero ¿hemos de llamar maltrato a la apertura de las nuevas y numerosas ayudas y subvenciones nacionales y regionales a las que miles de pequeños empresarios se han sumado? ¿Es maltrato que los autónomos puedan, a partir de este mes y por primera vez en la historia de este país, cobrar el desempleo? ¿Maltrato son actuaciones como el pionero Plan de Choque de Castilla-La Mancha que el PP se negó a apoyar? Exhibe una importante fragilidad memorística el Sr. Rajoy. La misma que muestra al hablar del cierre del proceso de reestructuración de las Cajas de Ahorro (que camina con los pasos firmes y adecuados impulsados desde el Gobierno Zapatero). Un reordenamiento que fue utilizado para la lucha de poder interna en el PP en uno de los más importantes: el de Caja Madrid. Menciona después el líder popular el tema energético y, de nuevo, en la desmemoria se le instala, por un lado, la apuesta del gobierno socialista por las energías renovables, de las que somos líderes mundiales y que es ejemplo para muchos países y, por otro, la perenne reclamación de las empresas energéticas para aplicar subidas de la tarifa que superarían el 20 % y a las que siempre se han negado los socialistas, moderándolas a porcentajes muy inferiores. Las subidas de la luz nunca son bienvenidas, pero sin el control ejercido sobre ellas, como parece abogar el Sr. Rajoy, los consumidores estaríamos en un escenario muy distinto.
Que numerosos organismos internacionales y grandes empresarios españoles opinen igual que el Gobierno no parece preocuparle. Es lo que suele sucederle a quien se cree poseedor de la verdad, que el resto del mundo se equivoca. Abordado el tema de las pensiones, el Sr. Rajoy clarifica algo su posición: es partidario de aumentar el tiempo de cotización y de hacer que la edad efectiva de jubilación sea a los 65 años, no a los 63 como lo es ahora. ¿No se parece mucho a la propuesta del Gobierno? ¿Por qué han hecho, entonces, carnaza con este tema? ¿La cuestión consiste en subirse a cualquier carro? Menos clarificador está con otros temas: el copago sanitario, recorte de los sueldos de los funcionarios, reducción de las prestaciones de desempleo... Ahora no, en otro momento, quién sabe. Preparémonos, porque al mismo tiempo parece proponer recortes fiscales de diverso tipo que supondrían 30.000 millones menos de recaudación, un 3 % más de déficit, sin exponer dónde aplicaría los recortes compensatorios. Los ejemplos anteriores son buenos candidatos. Como plantea el periodista, el caballo de la demagogia también ha galopado espoleado por el PP cuando pedía reducir las subvenciones a partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales, ahorrando 12 millones de euros que frente a los 100.000 del déficit no parecen solucionar nada, pero centran peligrosamente la diana de la discusión popular en el propio sistema democrático. Sobre ello, el Sr. Rajoy, no sabe no contesta. Por último, en las cuestiones económicas, el paladín de la derecha reniega del Plan E, de los 400 euros y del cheque-bebé. No hicieron lo mismo sus alcaldes (entre ellos el de Almansa, que como senador ponía el grito en el cielo y como edil ponía la mano) con los millones invertidos, ni conozco a nadie del PP que haya rechazado la deducción de los 400 euros o el cheque-bebé, instrumentos puestos en marcha y utilizados para la incentivación del consumo o el incremento de la natalidad mientras las circunstancias lo permitieron. No recuerda tampoco don Mariano cómo el cheque-bebe se convirtió en una especie de subasta cuando el Gobierno lo puso en marcha y algunos gobiernos regionales del PP decían que ellos daban más.
Pero si la indefinición y el quién sabe rodean sus propuestas económicas, no pasa lo mismo en el ámbito de lo político y social. Para empezar, dice que el alcalde de Valladolid es todo un caballero porque rectificó su exabrupto (a su manera) y eso le honra. Pero ni se le ocurre censurarlo pues, en el fondo comparten el mismo gen. Con la mirada puesta en la Conferencia Episcopal y el electorado más ultra-católico, ya anuncia que no respetará la ley que permite los matrimonios homosexuales, por mucho que pueda venir avalada por el tribunal Constitucional y que, desde luego, reformará la Ley del Aborto para retroceder a los, aún cercanos, tiempos de inseguridad para las mujeres. Sin querer terminar de retratarse, el Sr. Rajoy parece apuntarse a las teorías xenófobas que llegan desde su partido en Cataluña, lo que hace pensar que no tendrá ningún empacho en alimentar el peligroso discurso de temor y rechazo al inmigrante. Y no sé si es éste uno de los temas en los que pedirá, como dice, el mayor consenso entre los partidos. Es decir, exigirá a los demás lo que a él se le viene solicitando desde hace años en numerosos cuestiones y niega una y otra vez, aplicando la cortedad de miras de la que suele hacer gala en base al oportunismo del no porque no. Y por fin, la entrevista finaliza con los recordatorios de la corrupción que asola los campos populares. Hombre, no digo que esté encantado, pero, desde luego, no le preocupa, pues entre sus filas sólo encuentra fieles y honrados compañeros, no imputados. Además, las encuestas parecen decirle que a mayor corrupción, mayor distancia electoral. Y eso parece que no le disgusta.
Litros de orujo vamos a necesitar para soportar el futuro que nos esboza el Partido Popular. Será cuestión de intentar mantenernos en el consumo moderado o la abstemia, que cada cual se posicione, y trabajar para que ese borroso mañana no se haga realidad.
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