12 de febrero de 2013

De delincuentes, verdades y abandonos

A estas horas, en el Congreso debe estar debatiéndose si se admite a trámite la iniciativa popular promovida por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, CCOO y UGT reclamando la dación en pago retroactiva, la moratoria de todos los desahucios y el fomento del alquiler social. Mal horizonte parece esperarnos a los más de 1,4 millones que aportamos nuestra firma... Haciendo gala de su infinita sensibilidad y de tener los oídos atentos a lo que la calle clama, el PP ya ha anunciado su oposición. Para eso sirven las mayorías aboslutísimas, para construir una realidad ajena a la voluntad popular en la que únicamente trabajan por los propios y partidistas intereses. Aquellos 10.830.693 votos que recaudaron en su momento los utilizan como un mantra que justifica todas las injusticias y todas las mentiras que venimos sufriendo y, a pesar de que son sabedores de que se equivocan, lo harán. Cuando Ada Colau utilizó la palabra "delincuentes", no se equivocaba, aunque los biempensantes se escandalicen. (Y horas después, sin rectificar una coma de lo anterior, introduzco en esta entrada mi sensación de alivio al saber que el PP ha rectificado en el último momento su injusta posición y votará a favor. La voz y la presión de un pueblo, sirven. Espero que la tramitación responda al espíritu y la letra de la iniciativa).

Y mientras, nosotros ¿qué? Desde que el ancla profundizó en la tibieza, nada parece empujarnos suficientemente para retomar nuestro propio rumbo. A trompicones, siempre reaccionando después de... El papel que el PSOE debería asumir como propio e irrenunciable permanece disuelto en el éter del "ya caerán ellos solos". Pero de esa nube también caeremos nosotros si no volvemos a la tierra, a pisar lo cotidiano. Por eso, oír a Beatriz Talegón decir en alto lo que muchos pensamos y decimos aunque poseamos un altavoz de escasa potencia, reanima la esperanza. Lo necesario, ahora, es convertir el discurso en una realidad. Escucha su intervención en la Internacional Socialista.

Se nos va. El retrógrado se nos va. El defensor de la negación de los derechos de las mujeres y de los homosexuales, entre otros muchos, se nos va. Mi alma se apena... ¿No sería ésta una oportunidad de oro para que la jerarquía eclesiástica reflexionara sobre la necesidad y oportunidad de su propia existencia? Al igual que unos millones de votos no lo justifican todo, dos mil años de historia tampoco convierten en verdad el pasado. La fe no necesita de mitras, ni de lujos. Al contrario, supongo que espanta a quienes verdaderamente creen en esa "iglesia de los pobres", hoy irreconocible entre quienes ejercen la delegación del poder divino pero se aferran a las "maldades" y "perversidades" de lo terrenal. En este contexto, como me decía una amiga, bien está decir que lo que pido es un milagro...

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