Me parece estupendo que la Iglesia católica inglesa cobre por ir a ver a su máxima estrella, el Papa de Roma. Los espectáculos son cada día más caros y los miles de vatios de luz y sonido, los montajes videográficos, holográficos y, en este caso, hagiográficos necesitan cada vez más financiación. El tema de la seguridad, a pesar de la protección del cielo, también se está poniendo por las nubes. Pero sin duda, será un espectáculo divino.
Los precios que se cobrarán en la gira están en consonancia con la capacidad recaudatoria, desde los 6 euritos en Hyde Park, que es un sitio abierto y con previsión de gran asistencia, a los 24 ó 30 euros en Glasgow o en Birmingham, variaciones que vienen a depender del aforo al tratarse de lugares más restringidos y con un público probablemente más escogido. Hay que intentar cubrir gastos, aunque, como en las fiestas de los pueblos, el espectáculo está subvencionado, esta vez no por el ayuntamiento, sino por el gobierno británico (ya nos tocará a nosotros).
Los curas ingleses dicen que no se cobra ninguna entrada, que esto es un “pasaporte del peregrino”. ¡Cuánta riqueza semántica esconde el lenguaje! ¿Pondrán el sello en el pasaporte, o en la muñeca que es más habitual, si se desea abandonar momentáneamente el espectáculo pero se prevé regresar?
Pero, insisto, me parece estupendo que cobren. Es la aplicación del tradicional “que cada uno se pague lo suyo”. Un principio que debería extenderse más allá de estos circunstanciales montajes papales y trasladarlo, en la parte que le toca a nuestro país, a nuestros presupuestos, haciendo desaparecer la financiación de la iglesia católica. Que los fieles católicos sustenten a su iglesia igual que, por poner un ejemplo cercano, los festeros pagan sus cuotas para pertenecer a una comparsa de moros y cristianos (aunque ni a unos ni a otros se les solicita profesión de fe cuando se apuntan).