La última representación del Certamen ha quedado en manos de la compañía santanderina La llave invisible con El otro de Miguel de Unamuno.
El cineasta cántabro Linker, director de esta versión, hace suya la estructura clásica de la obra -incluso hasta la sencilla escenografía y los vestuarios se adaptan a las descripciones y al tiempo originales- y en ella coloca a unos personajes transformados en mimos a los que se les ha concedido la capacidad de hablar (aunque, en ocasiones, regresan a su origen mudo en breves y circunstanciales digresiones) para trasladar al público los difíciles diálogos unamunianos. Porque el teatro del bilbaíno se nos presenta complicado, tanto para el intérprete como para el escuchante (un teatro, casi, para ser leído y releído hasta su completa comprensión). Unos mímos existencialistas que combinan la dicción de la palabra culta con la gesticulación y el movimiento corporal que les son propios y que ponen sobre la escena una profunda reflexión filosófica sobre el yo, sobre las frágiles y maleables fronteras de la razón y la cordura, sobre el mito de Caín y Abel.
La llave invisible no ha escogido el camino fácil. Se han exigido mucho a sí mismos provocando, por extensión que, quienes les contemplábamos desde el otro lado de la sombra, tuviéramos que poner en marcha nuestra capacidad de recepción y de movimiento neuronal, algo que siempre se agradece. Felicidades a la compañía por el atrevimiento, por su enorme esfuerzo y por el gran trabajo actoral que hemos podido ver sobre el escenario.
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