No sé si existe la posibilidad de que España y Alemania lleguen a jugar la final de la Copa del Mundo de fútbol (por aquello de los cruces y, sobre todo, porque hay que ganar los encuentros previos). Pero el partido que Angela Merkel nos está jugando ahora tiene mucho de juego sucio. Lo del jugador que mete la pierna al que lleva el balón, le tira al suelo y luego pone cara de póquer diciendo "¿Yo? Yo no le he tocado", se parece mucho a la actitud de la alemana cuando ni afirma ni desmiente que España esté al borde del abismo, pero que no pasa nada, para eso está el generoso fondo europeo al que ella tanto contribuye.
Pero lo cierto es que cuanto más se dude de nuestra posición, más fortalecidos están los germanos. Cuanto más suba el diferencial de nuestro bono, menos peligro corre el suyo de que le soliciten aumentar el interés. Y la prueba la ha dado hoy la colocación de nuestra deuda que, acogida con "alegría", ha rebajado un poco el interés que pagamos y ha hecho que el bono alemán haya sufrido un poquito (poca cosa, también es cierto). Y cualquier décima a la que se le ocurre moverse en el inefable mercado, se traduce en miles de millones de euros. Ni reformas laborales, ni reformas fiscales, ni bancos saneados, ni reducción del déficit, ni hacer el pino, ni "ná de ná". Todo parece insuficiente. España continúa siendo presa fácil al rumor y la especulación. Y así no hay manera.
Si llegamos juntos a la final, yo pronostico un 2 - 0. A nuestro favor, claro.
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