16 de enero de 2010

NUESTRA POBRE SITUACIÓN ESPIRITUAL

Munilla se está postulando como una inagotable fuente a la que recurrir para poder clarificar la postura, la intencionalidad y el sentido de la actual jerarquía eclesiástica. Mientras el mundo real, los problemas tangibles de los ciudadanos, el progreso y el crecimiento como seres humanos compartiendo una sociedad plural siguen su dificultosa marcha, la Conferencia Episcopal Española, ajena a todo lo anterior, continúa alimentando, desde su aislamiento, la visión de un mundo anclado en la creencia de que ellos, desde los púlpitos y desde la intransigencia, son los poseedores de la verdad.

El último capítulo de "grandeza espiritual" al que nos ha sometido el Obispo de San Sebastián han sido sus declaraciones sobre el horror de Haití. Dice que se han manipulado sus palabras, pero lo mejor es oír los 30 segundos que tenéis en el enlace inferior. Que cada cual juzgue. Probablemente, cuando dice que "existen males mayores" que la devastación y la muerte sufridas por los haitianos, debe de referirse a no poner la cruz en la declaración del IRPF en la casilla de asignación a la Iglesia. Cuando tristemente recuerda que "deberíamos llorar por nuestra pobre situación espiritual" , "un mal más grande que el que esos pobres [es decir, los afortunados haitianos que no tienen estos problemas] están padeciendo" debe de tener en mente el pecado imperdonable del laicismo, la horrible defensa del derecho de las mujeres ante el aborto o la depravada degeneración de la normalidad y legalidad de las relaciones homosexuales. ¡Dónde van a parar las comparaciones!

Sr. Obispo, el umbral del infierno está en Haití, no en la Plaza de Colón de Madrid. Sr. Obispo, la Santa Inquisición quedó disuelta hace casi dos siglos (después de 350 años velando por los intereses ciudadanos) y desde entonces las almas hispanas iniciaron un vuelo de libertad que (a pesar de desgraciados paréntesis) aún continúa su viaje. Sr. Obispo, a los haitianos, afortunadamente, ni les va ni les viene su forma de pensar, porque dedican cada minuto de su actual existencia a agarrarse con todas sus fuerzas a lo poco que el destino de las placas tectónicas les ha dejado (y los dictadores y la corrupción y la explotación). Sr. Obispo, su reino no es de este mundo.

Ojalá que los seres humanos y la solidaridad que albergamos en nuestros corazones sea capaz de apagar con prontitud las llamas del infierno haitiano. Ya hay decenas de formas de aportar un grano de arena (o una lágrima). Solidaridad Internacional ha abierto las cuentas:
Banco Santander: 0049-0001-54-2210042242
Caja Madrid: 2038-1001-37-6000888882


3 comentarios:

Amaya dijo...

Como dice Juan José Millás “no le demos cuerda a la Iglesia, porque aquí lo importante no es lo que ha dicho este pobre hombre de Munilla, si no lo que ha pasado en Haití”.

Anónimo dijo...

Munilla cree en las bienaventuranza"Dichosos los pobres poque ellos verán a Dios" Desde su riqueza es fácil ver los problemas espirituales.Lo que no sé es porque no cumple él los preceptos de la Iglésia y se va a Haití, aunque sólo sea para acompañar a los pobres, para que en sus últimos momentos de vida puedan salvar su alma. Está claro "predicar no es dar trigo"

Anónimo dijo...

¿Por qué no se va Ud. a salvarles el cuerpo? o ¿por qué no se va a las misiones?.
Odo

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