10 de mayo de 2010

¿QUIÉN VIGILA AL VIGILANTE?

Metieron la pata, hasta el fondo, con Enron, con WorldCom o con Parmalat, por nombrar los ejemplos más llamativos. No se enteraron de que venían arrasando las subprime ni de que Lehman Brothers quebraba. Del fraude de Bernard L. Madoff parece que no sabían nada... Pero, a pesar de todo, la infalibilidad de las agencias de calificación, que hasta ahora sólo parecía habérsele otorgado al papa de Roma, no parece ser cuestionada por ese ente imposible de acotar que es el "mercado".

La ciencia económica parece utilizar desde hace años técnicas próximas al tarot o a la quiromancia, convirtiéndose en la disciplina de la inexactitud y en la mejor manera de contar mañana porqué las cosas que se predijeron ayer no sucedieron hoy. Mes a mes, los augurios y vaticinios realizados treinta días antes por el FMI, por el Banco Central Europeo, por las entidades financieras de todo tipo o por estas mismas sacrosantas agencias, pierden su valor, se modifican en función de parámetros que nadie sabe bien cómo explicar. ¿O sí? Porque sus pronósticos dejan, en muchos casos, un rastro de especulación que termina beneficiando siempre a los mismos. Algo así ha sucedido esta semana, donde el rumor y el lucro inmediato se adueñaron de las bolsas. Los mismos que tuvieron mucho que ver con el inicio de la recesión mundial continúan siendo quienes parecen marcarnos el paso de nuestro futuro económico. ¿Dónde quedaron los mensajes de "refundación del capitalismo", de "cambio de las reglas del juego" que anunciaban nuevos tiempos?

Resulta difícil olvidar que todas las agencias de calificación son norteamericanas (y privadas) o que, como una perenne condena, sigue muy activa la pelea entre el dólar y el euro. Por eso, el anuncio de la posible creación de una agencia de calificación europea (y pública) resulta alentador. Y aunque nadie discute la inmensa dificultad de la situación, especialmente en nuestro país, son cuestiones a tener en cuenta. Pero de nada parecen valer las noticias moderadamente positivas  respecto al paro, al crecimiento económico positivo o al porcentaje de nuestra deuda. Vende  más y mejor la desconfianza y el pesimismo. Y eso, con estos aires, se contagia fácilmente. Más lo peor es que, aquí, a algunos, se les hace la boca agua con cada valoración negativa, al tiempo que desprecian y minimizan cualquier atisbo de avance, evitando el menor de los optimismos o cualquier pacto por el interés general... Sí, creo que estamos pensando en los mismos.

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