El pasado viernes se presentó el décimo número del cuaderno realizado desde el Taller de Escritura Creativa de la Universidad Popular. Diez ejemplares, diez años...
Mantener vivo el taller tanto tiempo, como se mantiene viva la treintañera Universidad Popular, es, por sí mismo, un motivo de "orgullo y satisfacción" (válganos aquí esta devaluada apostilla) para quienes amamos la cultura. Y también para quienes no la aman tanto, supongo. Porque la Casa de la Cultura es, como dice Antonio García Soler en el prólogo, "un lugar para encontrarnos desde la orilla más humana".
Los verdaderos y verdaderas protagonistas son los integrantes de este grupo de aprendices de la palabra (siempre estamos aprendiendo, todos) que nos entregan su verso y su prosa en las páginas del cuaderno. A todos ellos, mi más sincera enhorabuena por el esfuerzo iniciado y mantenido y por traspasar la frontera de lo íntimo y personal para ofrecer a los demás, por escrito, su visión de este mundo.
Y como del taller nacieron los Encuentros literarios, en estas fojas (permítaseme el término mexicano, me gusta) queda reflejada también la presencia de esos otros aprendices de la palabra que pasaron por ellos, Ana Delgado, Manuel Moya, Aureliano Cañadas, José María Herranz o Antonio Carvajal, por nombrar algunos de los más recientes, aportan su palabra de aprendiz (aventajado en algunas ocasiones) a esta publicación.
A todos y todas, y a Antonio y a Amparo en representación del colectivo, traslado mi más sincera felicitación.
Mantener vivo el taller tanto tiempo, como se mantiene viva la treintañera Universidad Popular, es, por sí mismo, un motivo de "orgullo y satisfacción" (válganos aquí esta devaluada apostilla) para quienes amamos la cultura. Y también para quienes no la aman tanto, supongo. Porque la Casa de la Cultura es, como dice Antonio García Soler en el prólogo, "un lugar para encontrarnos desde la orilla más humana".
Los verdaderos y verdaderas protagonistas son los integrantes de este grupo de aprendices de la palabra (siempre estamos aprendiendo, todos) que nos entregan su verso y su prosa en las páginas del cuaderno. A todos ellos, mi más sincera enhorabuena por el esfuerzo iniciado y mantenido y por traspasar la frontera de lo íntimo y personal para ofrecer a los demás, por escrito, su visión de este mundo.
Y como del taller nacieron los Encuentros literarios, en estas fojas (permítaseme el término mexicano, me gusta) queda reflejada también la presencia de esos otros aprendices de la palabra que pasaron por ellos, Ana Delgado, Manuel Moya, Aureliano Cañadas, José María Herranz o Antonio Carvajal, por nombrar algunos de los más recientes, aportan su palabra de aprendiz (aventajado en algunas ocasiones) a esta publicación.
A todos y todas, y a Antonio y a Amparo en representación del colectivo, traslado mi más sincera felicitación.
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