El que estuvo a punto de convertirse en icono para el colectivo LGTB, el que creíamos que enfadaba a sus bases políticas, el que asomaba la patita por debajo de la puerta enseñando una pezuñita corderil, el que nos hacía suspirar pensando "¡Ay, si todos estos fueran así...!", el Sr. Gallardón, se nos ha terminado destapando como adalid de los retrógrados entre los retrógrados.
La traía meditada y escrita. Sabía el revuelo que iba a provocar. Por eso, su respuesta parlamentaria de ayer afirmando que "en muchas ocasiones se genera la violencia de género estructural contra la mujer por el mero hecho del embarazo", adquiere tintes de provocación. ¿Alguien en su sano juicio -y que no sea un lacayo de la intransigencia más cavernaria- puede creer que la existencia de la actual Ley del aborto impide ser madre a una mujer que ha decidido ser madre? Si realmente existen "estructuras" que impiden a una mujer que quiere ser madre seguir con su embarazo, ¿no será lo más lógico cambiar o eliminar esas "estructuras" para que la elección no esté condicionada? En cualquier caso, yo sólo conozco las "estructuras" que desde la derecha cavernaria han obligado a muchas mujeres a continuar con un embarazo no deseado. ¿No merecen las mujeres, embarazadas o no, deseosas de ser madres o no, que se les trate como personas inteligentes capaces de tomar decisiones por sí mismas? ¿Por qué se empeña la derecha cerril en empujar a las mujeres a la clandestinidad? ¿No ha de parar nunca este machismo medieval, este paternalismo que resurge desde el pozo de la España más negra, esta amenaza constante que se ejerce desde el catolicismo más fundamentalista y desde las ideologías más ultras y reaccionarias, violentando permanentemente los derechos de las mujeres?
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