6 de abril de 2013

Polvo eres


Día de intensidad literaria. Tras una tarde entera con Françoise Sagan, me ha tocado una noche con Cremades. Entre ginebras y versos, las nocturnidades se hacen, quizá, más apacibles, más cercanas al espíritu, más humanas. Y "Polvo eres" es, sobre todo, eso, humano. En el sentido más vital, carnal, feliz y doloroso; en lo humano que necesariamente poseen el tacto y la mirada, la vibración porosa de las pieles o esos procesos de búsqueda, encuentro y separación que van dando forma a nuestras biografías. Una forma siempre inconclusa, siempre en permanente revisión.

El verso de Luis Cremades es sincero. Y esa cualidad no siempre forma parte de los atributos que encontramos en los libros de poemas. Así, su lugar y su espacio están claros:

Pertenezco a una tribu de ritos invisibles
que respetan tres principios:
los hechos, el amor y los hechos del amor,
la naturaleza, el amor y la naturaleza del amor,
los actos, el amor y los actos del amor.

Su palabra, en estos tiempos convulsos, en estos regresos a la intolerancia, se torna necesariamente reivindicativa aunque, probablemente, indiferente ante la obstinación de quienes son incapaces de entender un mundo diverso, un universo plural, un amor ¿distinto? al que, aparentemente, camina por nuestras calles:

Y ahora que no nos queman
en la hoguera, que sólo
algunos se quejan y otros nos defienden,
ahora que a la luz del sol
se ven nuestras diferencias
y nuestra indiferencia, las secuelas
de la noche y la transgresión,
la locura de un amor sin amor,
de una pasión de bolero,
de una sed que no se sacia...

"Polvo eres" es un poemario magnífico. Intenso y expuesto ante los ojos atentos. No puedo, ni debo, hacer otra cosa que recomendar su reposada, pero apasionada, lectura, estableciendo el diálogo al que Luis nos invita:

Háblame del mundo sensible,
de tus retratos, tu diario íntimo,
las páginas que no muestras.
Háblame de todos los secretos.

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