Ayer, al fin, Ana Delgado Cortés se paseó con sus versos por Almansa. Fue magnífico compartir con ella poemas, reflexiones, la palabra sentida y la pensada, la que brota espontánea y la que es reticente a dejarse ver. Fue muy grato ("embaucador", dijo uno de los asistentes) andar junto a ella, durante unas horas, el camino que se transita mientras en el mapa buscamos la ruta hacia la creación.
La capacidad descriptiva de un poema, o su contrario; la introspección y profundización en el yo y en el otro que el hecho de escribir versos supone; la búsqueda y el hallazgo del ritmo, de la musicalidad imprescindible; la captura del instante real que pasa a ser poetizado e interpretado... Materias que Ana fue diseccionando desde la experiencia propia, sin catequizar, únicamente exponiendo su vivencia. Amena oradora y rapsoda de excepción, Ana logró secuestrarnos momentáneamente la atención para dedicarnos a escucharla vivamente absortos. Tanto, que hasta Octavio Paz terminó haciéndose corpóreo a través de la boca y el acento de Antonio García Soler que, junto a Amparo Cuenca, acompañaban en la mesa a nuestra poeta madrileña:
Su última visita fue tan breve
que hasta el beso supo a timbre
y su sexo a desenlace.
Amanece y es preciso
recoger la ropa a tientas,
deshacer el extravío y el desorden
que, en lo oscuro,
extiende anzuelo y red
desde la cama.
Es entonces cuando entiendo
que a sábana revuelta la ganancia
se queda en las orillas de los labios.
Que amanece y sin memoria todo es luz.
Su última visita fue tan breve
que hasta el beso supo a timbre
y su sexo a desenlace.
Amanece y es preciso
recoger la ropa a tientas,
deshacer el extravío y el desorden
que, en lo oscuro,
extiende anzuelo y red
desde la cama.
Es entonces cuando entiendo
que a sábana revuelta la ganancia
se queda en las orillas de los labios.
Que amanece y sin memoria todo es luz.
Gracias, Ana, por regalarnos tu presencia. Gracias, Ana, por ese gesto cómplice de mutuo reconocimiento en nuestro primer cruce de miradas. Antes que las palabras, antes que los saludos... los ojos. Gracias, Ana, por regalarme una poética madrugada con la lectura de Poemas del amor sumiso.
Absolutamente recomendables, imprescindibles, son unos paseos por su obra:
0 comentarios:
Publicar un comentario