4 de junio de 2011

¡Indignaos!

Hace un par de meses mi hija puso en mis manos este libro. Ella acababa de leerlo y, evidentemente, me recomendaba hacer lo mismo. Fácil tarea, pues sus apenas sesenta páginas de sencilla lectura fueron rápidamente devoradas. Unas semanas después, aquel ofrecimiento pareció convertirse en una premonición. Las plazas de toda España, llenas de indignados, se convertían en la traducción práctica del llamamiento realizado por Hessel.

Recuerdo haber comentado con mi hija que, estando esencialmente de acuerdo con el autor, sus palabras me parecían un poco light. Quizá fuera debido a la brevedad del texto, lo que impide la profundización en sus ideas, que sólo son bosquejadas o, quizá, la cuestión simplemente estribe en que el propósito de este alegato, cuyos principales destinatarios hemos de encontrarlos entre los más jóvenes, queda perfectamente resumido en su título y se hace casi innecesario dar más explicaciones. Pero vista la resonancia y el eco obtenidos, una relectura me invita a retirar tan injusta etiqueta y reconocer que Hessel ha sido capaz, con pocas palabras, de alimentar y hacer crecer un sentimiento que no terminaba de encontrar su genuina forma de expresión.

"En este mundo hay cosas insoportables [...] La peor actitud es la indiferencia [...] Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue [...] Estoy convencido de que el porvenir pertenece a la no violencia, a la conciliación de las diferentes culturas [...] Hay que comprender que la violencia da la espalda a la esperanza [...] Crear es resistir. Resistir es crear."

Espero que la pausada dilución que ahora está viviendo el movimiento 15M no termine en el adormecimiento del ímpetu que lo puso en marcha. Necesitamos que siga extendiendo su mancha y llegue a las zonas permeables de los partidos políticos, especialmente a los que, situados a la izquierda, deberían ser quienes recogieran, hicieran suyos y tradujeran en acciones reales muchas de las reivindicaciones nacidas en la calle. Porque, a pesar de todo, continúo reclamando la honestidad, el trabajo y el sincero esfuerzo de la gran mayoría de los que llevamos colgado el cartel de políticos. Como siempre, las generalizaciones contienen una buena dosis de injusticia.

Aprovecho la ocasión para agradecer a mi hija la invitación a la lectura de ¡Indignados! y que, a través de ella, una parte de mi espíritu estuviera en la Puerta del Sol de Madrid.

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