No podía imaginar que los versos de Leopoldo de Luis recitados el pasado jueves 27 terminarían sonando a despedida. No podía imaginar, nadie podía hacerlo, que Cristóbal estaba preparando, sin tener consciencia de ello, su marcha. Cinco días después, sólo poco más de cien horas después, Cristóbal ha muerto.
Ha abandonado, sin previo aviso, la presidencia del Círculo Poético de Yecla. Nos ha dejado, para su cuidado, la alargada sombra que sobre todos nosotros proyectaba. Sin dar más explicaciones, nos ha dicho adiós y ha terminado diluyéndose entre el humo que siempre le rodeaba.
Pero nos ha dejado su presencia en la memoria, su voz ronca buscando el verso y la rima, su risa de trueno hueco. Su palabra imperecedera:
Hay que morir para seguir viviendo
cuando uno es trovador de la libertad del pueblo.
Es preciso morir en un momento,
para que un poeta tenga
prolongación en el viento.
Hasta siempre, Cristóbal.
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