Estoy harto. Un pobre concejalillo, como yo, enviado a la oposición por los pactos e intereses personales y partidistas de una pequeña ciudad, como Almansa, gobernada por la derecha más cavernaria de nuestra historia, se levanta pesadamente todas las mañanas para asistir -como lo hacen miles de mis vecinos día a día- al tristísimo espectáculo de la degradación de esta convivencia transformada en guerra de guerrillas con tantos frentes abiertos. Al salir de la ducha, escondida tras el denso vaho, el espejo me devuelve una imagen de abatimiento e impotencia que, rápidamente, la rebelde toalla se encarga de eliminar. Pero esos sentimientos llevan tiempo haciéndonos sombra... Sé, sabemos, que hoy, al salir a la calle, se repetirá la misma pelea de ayer. Sé, sabemos, que enquistados en lo profundo de cada uno de nuestros pasos, el sufrimiento y la rabia no habrán abandonado las aceras. Y no podemos ni debemos seguir así.
Asistimos con cabreo y con mala hostia -ante los titulares de los telediarios, en las tertulias de los bares o en los corrillos de la calle-, al terrible deterioro y pérdida de derechos al que nos están sometiendo; a la burla diaria y permanente que, ante nuestra cara, nos insulta tratándonos de tontos; a la venta de lo público como medio para la obtención de beneficios personales; a la destrucción sistemática de cualquier resquicio de confianza en un futuro mejor; al aumento de la opulencia de los ricos y de la miseria de los pobres... Y tras este estéril desahogo, nos damos media vuelta con un "Todos son iguales". ¿Qué nos pasa? ¿Qué anestesia nos han inoculado? En mi partido está faltando iniciativa, empuje, un liderazgo que se amotine ante esta realidad y grite ¡Basta, ya está bien! Pero no todos somos iguales... El bochorno ajeno que nos cubre estos días con el despreciable espectáculo de los señoritos del PP repartiéndose las ganancias del cortijo contrasta con el dolor y el llanto de millones de personas sin trabajo, sin alimento, sin derecho a preservar su salud, sin que unos servicios sociales dignos y solidarios le tiendan una mano...
Y en su nivel chapucero, de menudeo de miserias, en Almansa la situación no es distinta. El paro es insoportable desde hace mucho tiempo y nuestros vecinos y vecinas son las víctimas sin que se mueva un dedo desde el Ayuntamiento. Nos quieren privatizar el Hospital y, a pesar de las mentiras del gobierno municipal y regional, ya estamos viendo que las consecuencias serán desastrosas. Nos han vendido el agua por unos dineros que van a usar en el pago de los caprichos de los concejales de la derecha, como ya hicieron antes con un Museo vacío que se está pudriendo o una Casa del Festero que, hoy, ahora, yo califico de absolutamente innecesaria mientras, como he reclamado públicamente, no se tiene la más mínima intención de usar tantos millones de euros en crear un ambicioso Plan Municipal de Empleo que aborde el drama del paro y permita devolver la dignidad de trabajadores que quieren y necesitan trabajar a cientos de nuestros vecinos. Se reparten cargos y sueldos entre los concejales independientes y populares para mantener la alianza de votos y el chantaje mutuo que les permite gobernar incumpliendo todas y cada una de sus promesas ("Almansa pagará caro que no me hayan votado" dijo el líder del Partido Independiente tras las elecciones) mientras en nuestras calles nuestros amigos, conocidos y vecinos quizá no sepan cómo comerán la semana que viene. ¡Basta!
La voz de todos y cada uno de nosotros es potente. Y junta es un alarido. En Almansa, en todas las tierras de este país, somos muchos más quienes señalamos hacia otro camino. Sólo hace falta dar el primer paso.
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