Manuel Moya es grande, siendo de posible aplicación, en este caso, varias de las acepciones del diccionario. Y también es un "jodío" según, parece ser, le dijo un paisano de Ossa de Montiel en una larga e intensa conversación. Y con estas premisas, grandeza y jodienda, se inició el último de los encuentros literarios de este año organizados por la Universidad Popular.
Manuel llegó a Almansa para hablar del microrrelato, el género del K.O., como él lo denomina. K.O. producido por el golpe seco, e imprescindible, que ha de contener el relato para dejar al lector desarmado; K.O. por el hachazo en el tiempo y en la narración que supone la utilización de la elipsis como elemento esencial de la breve crónica que se nos ofrece. Porque, para Manuel, es más importante lo que no se cuenta que lo que se dice. Y para que eso funcione se hace completamente necesaria la colaboración del lector y la puesta en marcha del tejido neuronal personal.
Si andamos atentos, Manuel nos asegura que encontraremos microrrelatos en lo cotidiano, que anda plagado de ellos. Sólo hace falta un oído algo vigilante y unos ojos mínimamente abiertos. "'Hola María, ¿qué tal?, ¿de dónde vienes?', preguntó su amiga. 'De la matanza de mi hermana', contestó María". Esta conversación oída en un autobús, puesta como ejemplo por Manuel, es, en sí, un irónico microrrelato que, además de la sonrisa, exige ponerle un antes y un después. "Se venden zapatos de bebé, sin estrenar"... Hemingway, con la fórmula del anuncio por palabras, nos ofrece un rotundo ejemplo de un profundo drama en siete palabras.
Manuel, uno de los mejores autores de microrrelatos de nuestra literatura, no supo ponerle fronteras al género. Ni la extensión ni el contenido lo definen, desde su punto de vista, aunque por ahí circulen diversas tesis de qué ha de ser un microrrelato. Quizá, sólo, lo dicho hasta ahora, la existencia de la contundencia y la sorpresa.
Hemos de agradecer a Manuel su presencia en Almansa, más aún teniendo en cuenta el largo paseo que hubo de hacer desde su pueblo onubense para llegar hasta nosotros. Por eso, lo mejor es enlazar con una continuación de su palabra. Os invito a un breve (como corresponde) paseo por su blog Cielo municipal (la isla de la sed) o a la lectura de algunas de sus obras narrativas (El síndrome Chéjov, Mester de brevería).
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