
A pesar de todo, la jerarquía eclesiástica española continúa mirando a otro lado, escondiendo, tapando, disimulando la gravedad de lo sucedido e incluso justificando veladamente estos delitos. De victimarios pasan a víctimas creyéndose el objetivo de una campaña de vengadores descreídos. Nunca diré que todos los curas son pedófilos (aunque la vanguardia guerrera del catolicismo nos llama asesinos a todos los que defendemos el derecho al aborto), pero esto se está pareciendo ya a una pandemia. Y para esta enfermedad, que hace de los más débiles su objetivo, no se quiere aplicar remedio. Como el cardenal Cañizares afirma, este tema "no les preocupa excesivamente" porque "a través de estos ataques están intentando que no se hable de dios, sino que se hable de otras cosas". Y lleva razón, no hablamos de dios, hablamos de abusos, de violaciones, de delitos y de violencia contra menores que las leyes de los hombres castigan. La confesión y el arrepentimiento en el momento de la extremaunción no está recogida en el Código Penal.
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